Blanca
se sentó, lenta, pausadamente. Con la tranquilidad de quien sabe que ha
hecho todo lo posible por mantener las formas, la educación y la
cortesía. Su capacidad para soportar el desprecio desconcertaba a sus
enemigos y los animaba a persistir en sus humillaciones.
Teresa
miraba de frente hacia la ventana. Muda, sin palabras. Sus ojos eran el
fiel reflejo de la sorpresa. Había recibido la más grande de su
vida. Tan grande que había dejado que Blanca se la quitase. La vida,
claro. La sorpresa se fue con ella al depósito de cadáveres.
_________________________________________________
Des-cuento del proyecto "Historias desparejadas"
Me reservo algunos derechos; las obligaciones, las cedo.
Me alegra mucho que te hayas animado a abrir un sitio nuevo en el que despositar tus letras, Blanca Scrittore. Lo dejo apuntado en mi libro de rutas con tinta, para no dejar de visitarlo.
ResponderEliminarUn beso